Por una larga primavera en Abya Yala: una declaración feminista descolonial en tiempos de urgencia.

POR UNA LARGA PRIMAVERA EN ABYA YALA:

UNA DECLARACIÓN FEMINISTA DESCOLONIAL EN TIEMPOS DE URGENCIA

Quienes integramos el Tejido GLEFAS, una red de activistas y pensadorxs que se articulan desde una postura crítica, feminista, decolonial, antirracista y autónoma, deseamos expresar nuestras reflexiones, posturas y posicionamientos frente a los acontecimientos que desde hace varios meses están conmoviendo a los pueblos y territorios de Haití, Puerto Rico, Ecuador, Chile, Bolivia, Colombia, Nicaragua, Venezuela y Brasil.

Conforme a nuestra intención de producir pensamiento, acción y alianzas estratégicas encaminadas al cuestionamiento de la matriz moderna colonial-racista de género de explotación y dominación que convulsiona nuevamente a la Abya Yala, y asumiendo el hecho de que nos encontramos frente a un contexto supremamente complejo, en cuya crisis han jugado muchos y diversos factores los cuales no siempre permean todas las realidades, contextos y coyunturas de nuestros países en la actualidad y que, por lo mismo, no estamos frente a un horizonte homogéneo del cual se pueda dar cuenta de manera unánime y sin error, expresamos que:

1. Nos encontramos en un momento cumbre de perpetuación y profundización de la política de muerte racista, capitalista, extractivista, (hetero) sexista sostenida y alimentada, a nivel internacional, por las grandes potencias imperiales, por las corporaciones transnacionales y, a nivel nacional, por gobiernos de facto y actores armados a su servicio.

En efecto, esta política de muerte, la cual hace parte de un continuum histórico colonial, sigue operando en articulación con las políticas capitalistas neoliberales encaminadas a la explotación, extracción y desposesión de la tierra-territorio y, con ello, hacia una desposesión que, evidentemente, afecta a comunidades indígenas, campesinas y afros, cuyo efecto primero es la ruptura de las relaciones sociales, económicas, culturales, comunitarias de vida.

Por citar sólo un ejemplo, Bolivia cuenta con casi 32 millones de toneladas de litio de las 40 disponibles en el planeta, lo que significa que es el país que tiene uno de los yacimientos más grandes del mundo. Ese panorama es propicio para la implementación de políticas intervencionistas como las de Estados Unidos, Rusia y China, cuyos intereses lejos de apoyar procesos democráticos buscan la desestabilización del país para pescar en río revuelto y despojar a Bolivia del litio. La demanda del litio en el planeta se incrementa para la creación de transportes a batería y en el mercado de las energías “limpias”; sin embargo, el litio implica una apuesta extractivista, dañina con el medio ambiente, porque utiliza el agua subterránea, generando sequía en la zona de extracción. A esto se suma la reciente aprobación del Plan de Uso de Suelos del departamento del Beni, región amazónica, donde se permitirá que 9 millones de hectáreas sean usadas para el agronegocio.  También la supuesta reforestación que el gobierno de transición ha iniciado con monocultivos, la aceptación de nuevas variedades de GMOS, la apertura a todos los mercados de exportación de alimentos y la obstaculización para la siembra de hoja de coca, la cual sigue siendo fundamental para las economías, aun cuando allí juegan poderes de control como las agencias gubernamentales internacionales que se atribuyen luchas en contra del narcotráfico. 

2. Como feministas descoloniales hemos mantenido una posición expectante y, al mismo tiempo, crítica con el llamado “Socialismo del siglo XXI”. Hemos sido contundentes en nuestro cuestionamiento interno a los gobiernos y actores políticos que durante este periodo de “giro a la izquierda” incorporaron discursos en contra del racismo y el colonialismo y se proclamaron “comprometidos” con las transformaciones económicas, sociales, políticas, culturales a favor del pueblo de mayoría indígena, afrodescendiente y campesina, a la vez que muy prontamente mostraron los límites de sus políticas representativas, manteniendo el mismo modelo extractivista y de mercado. Definitivamente estos gobiernos de izquierda no garantizaron los cambios profundos esperados por las grandes mayorías y su política continuista ha fallado en el apoyo a nuevos liderazgos llamados a construir la legitimidad y la esperanza perdida.

Gobiernos como el de Lula Da Silva y Roussef en Brasil, Maduro en Venezuela, Correa en Ecuador o Morales en Bolivia, pese a sus grandes declaraciones en contra de las políticas imperialistas no lograron cuestionar a fondo el modelo de mercado, de producción y redistribución de riquezas, ni el modelo de justicia y de gestión estatal. Sus alianzas con el agronegocio, el modelo extractivista de explotación, la corrupción, el compromiso con la estructura racista y sexista han sido parte de sus malas herencias y estrategias para mantenerse en el poder. A pesar de ello, reconocemos la importancia de estos gobiernos como plataforma mínima de garantía de derechos que nos permite seguir trabajando a favor de una política que avance en la construcción del mundo en el que creemos.

Así, por ejemplo, entendemos que el proceso de cambio en Bolivia va más allá del liderazgo de Morales, cuyo gobierno ha sido respaldado por un fuerte tejido social híbrido, donde por primera vez en la historia de este país, las grandes masas indias han sido actores centrales en el juego del poder estatal. Si bien la política de reconocimiento no es aquella por la que abogamos, pues conocemos sus límites, somos responsables al valorar lo que ella aporta en términos históricos, lo que representa para un pueblo sistemáticamente negado ser reconocido a nivel formal, como un tipo de cara visible de la nación.

Entendemos, entonces, que una postura radical es aquella que, en momento de excepcionalidad, como la que se vive en Bolivia, reconoce el mayor peligro, reconoce la urgencia y es capaz de abandonar su propio lugar prepotente y de aspiración a la pureza, para intentar frenar la catástrofe general. Si bien no dejamos de reconocer los límites profundos de la política de izquierda latinoamericana, incluso aquella que se nos mostró con nuevos rostros, si bien no olvidamos la confabulación de estos gobiernos con las políticas imperialistas de siempre y la represión a las diversas formas y manifestaciones de oposición interna, es innegable el campo de posibilidad que habilitaron para una política radical anti y descolonial en la escena latinoamericana. 

Entendemos que de lo que se trata aquí, en un escenario supremamente complejo, es de una estrategia descarnada en pro de la ascensión al poder de la derecha extremista de base evangélica, militar y de mercado, de la mano de poderes imperialistas, por medio de una gestión dictatorial, respaldada por políticas nacionales e internacionales con discursos democráticos y grupos de choque para producir violencia en las calles y lograr la desestabilización. Así, la agenda que se devela muestra sus intereses por evitar que sean las masas indígenas, afrodescendientes, campesinas y populares quienes continúen, aún en sus equívocos, siendo parte del protagonismo político, social, económico y cultural en su propio territorio. Por lo tanto, no se trata únicamente del ataque a unos mandatos presidenciales específicos, sino a las posibilidades de los sectores más marginalizados de la sociedad de beneficiarse de los bienes comunes en el territorio.

Por otra parte, a diferencia de lo que acontece en Bolivia, Chile o Colombia, Nicaragua tiene un gobierno que se autoproclama de izquierda, el cual es producto de la lucha sandinista. Pese a que durante este gobierno se han impulsado procesos importantes, Daniel Ortega ha entablado relaciones de negociación con poderes imperiales y de derecha sobre todo en pro de favorecer la permanencia en el poder de un “feudo familiar” y del proyecto canalero –construcción del canal inter-oceánico–. El movimiento campesino –Consejo Nacional por la Defensa del Lago, la Tierra y la Soberanía–, entre otros movimientos sociales y grupos juveniles, empresarios e iglesias, protestan por los efectos nocivos a todo nivel de dicho proyecto en las comunidades y de la estancia indefinida en el poder de sectores hegemónicos con todos los vicios que ello genera. En este contexto, pese a su aparente paradoja, la intervención de las iglesias católicas ha evitado una escalada de violencia mayor por parte del Estado, el cual ha respondido con el uso de la fuerza militar y paramilitar a las demandas del pueblo.

En Colombia, la situación es compleja en tanto involucra diferentes variantes, entre las cuales se destaca  el “paquetazo” –tomando una consigna que se dio en Ecuador– que da cuenta del intento del actual gobierno de Duque para iniciar reformas laborales, pensionales y tributarias, las cuales incluyen propuestas de instalar lógicas extractivistas en su mayor expresión, cambio en las formas de contratación y reducción de sueldos, aumento de las tarifas de la energía, debilitamiento de la educación, entre otras. A esto se debe sumar el asesinato sistemático de líderes y lideresas sociales, en particular de origen indígena, afro y campesino, y el desconocimiento de los acuerdos del tratado de paz con las Farc-EP.

Como vemos, se trata de un escenario lleno de matices, donde la clásica división derecha e izquierda ya no opera tan fácilmente para orientarnos, porque existen importantes diferencias regionales. El hastío y cansancio frente a las formas de gobierno, administración pública y hegemonías de diversa índole que son producto de nuestras propias genealogías, expresadas en múltiples y diferentes formas de protesta, resistencia y prácticas concretas de transformación,  dan cuenta que, insertados o no en la democracia, entendida ésta como matriz civilizatoria, nuestros gobiernos actuales no rompen con las lógicas coloniales, sino que, utilizando retóricas multiculturales y racistas, continúan perpetuando las desigualdades generadas por el colonialismo, la colonialidad y el patriarcado. En otras palabras, las movilizaciones que se están generando en toda Abya Yala pueden leerse como un cuestionamiento de gobiernos de derecha y de izquierda, lo que da posibilidad para pensar en otras formas de organización social. 

En ese sentido, resaltamos la importancia de mantenernos en alerta frente a los discursos tanto de los liderazgos políticos tradicionales, como los de “nuevos frentes democráticos”, los cuales pretenden vaciar de sentido/cooptar la justa causa de la protesta. Para ello tendremos que poner en juego sentires, saberes y experiencias, apostando por nuestra capacidad para descifrar el aparente caos de estos tiempos, descubriendo sus complejas imbricaciones con la historicidad y la memoria larga de este continente. Y si es preciso que nos encontramos ad portas de otras formas de organización social, hacemos un llamado como activistas y pensadorxs feministas, antirracistas y descoloniales a abrir este debate, llenarlo de contenido pertinente y sumarnos al esfuerzo por construir condiciones de existencia dignas para todxs aquí, en la Abya Yala.

3. Nos sumamos al rechazo enérgico y contundente a propósito de la brutalidad policíaca, militar y paramilitar de la criminalización de la protesta y a la política mediática de confusión, mentiras, manipulación, miedo y confrontación.

Impulsados por diversos sectores nacionales e internacionales en su afán de paralizar a la población, enfrentamos mecanismos violentos que están jugando un papel estelar en el desprestigio y la criminalización de la protesta, la represión de la misma, el uso de armas contra las personas, la creación de miedo y la impunidad.

A ello, se debe sumar las representaciones que circulan por parte de los poderes hegemónicos de las personas o movimientos en pie de lucha, en especial de sectores subalternos, como “criminales”, “vándalos”, “terroristas”, “narcotraficantes”, lo cual es un evidente mecanismo discursivo para recrear, una vez más, la idea de “enemigo interno”, cuestión que se agrava si se le suman las tácticas de miedo que anuncian ataques por parte de los “vándalos” a las personas o sus bienes –sean éstos muchos o pocos– y que, al final, como es más que evidente en Chile o Colombia, son acciones realizadas por entes estatales como policía, ejército o escuadrones móviles antidisturbios. Dichos mecanismos son útiles para establecer prejuicios racistas y xenofóbicos como ataque específico hacia las poblaciones más empobrecidas y racializadas, lograr la desmovilización de muchas personas e instaurar mecanismos de control como el toque de queda y el miedo tanto para las personas en los territorios como para aquellas que se encuentran en la diáspora. Evidenciamos que estos mecanismos de amedrentamiento forman parte de las nuevas “doctrinas de shock” aplicadas en toda Abya Yala, bajo las mismas consignas, en pro de posicionar a militares y policías como protectores de las personas y para justificar la represión a cualquier movimiento social y crítico frente a nuestras problemáticas.

Los medios de comunicación, así como las redes sociales están jugando un papel cardinal en tanto por allí circula falsa información que anima al “caos” y al “miedo”. Interpelamos la maquinaria informática de control en las redes sociales, como facebook, twitter y whatsapp, todas pertenecientes a las mismas compañías de información trasnacionales, ya que desde allí circula una parte importante de las noticias falsas, sembrando ideas en las personas y, sobre todo, ofreciendo información valiosa al poder.  Al mismo tiempo, reconocemos a los medios autónomos, alternativos y comunitarios, los cuales están haciendo un importante trabajo de difusión, análisis y llamado para que la gente reflexione, se informe y no construya sus expectativas y acciones a partir de las versiones hegemónicas que intentan fijar su “versión” como la “verdad” misma. 

Nos preocupa especialmente la respuesta violenta por la que están optando los distintos gobiernos implicados, traducida en centenares de muertes, mutilaciones, personas heridas, desaparecidas, agredidas sexualmente y encarceladas. Lxs muertxs, en su mayoría, provienen de origen indígena, afro y campesinos y sectores populares urbanos. Hacemos patente nuestra solidaridad con la rabia, el llanto y el duelo que aflige nuevamente a los pueblos y comunidades de la Abya Yala. “La violencia no se justifica”.

4. Cuestionamos las posiciones dadas a conocer por varixs intelectuales y feministas referentes importantes de la región, cuyas declaraciones muestran una mirada miope, ajena a las urgencias de la coyuntura actual. Sus análisis y afirmaciones muestran el problema desde la mirada fragmentada de la dominación que limita el análisis a un sólo aspecto de la problemática y el atrincheramiento en posiciones cerradas, impermeables, que dan cuenta de ciertos procesos de lucha e invisibilizan otros.

En efecto, creemos lesivo y poco productivo para el análisis y toma de acción aquellas manifestaciones públicas y reflexiones de intelectuales, feministas y  pensadorxs decoloniales que abordan la coyuntura actual no desde la responsabilidad que amerita el estado de excepción –en donde lo que está en peligro es la vida misma de los grupos más desposeídos y vulnerables, aquellos que ponen los cuerpos del genocidio–, sino desde la focalización de uno o pocos aspectos de nuestras realidades conflictivas que, como hemos dicho, son complejas y están llenas de matices, contradicciones y fuerzas en tensión, reduciendo con ello las problemáticas en su conjunto y la visión sobre las mismas, también banalizando el conflicto logrando efectos de despolitización y colonialidad. Por ejemplo, ubicar el tipo de liderazgo de Evo Morales y sus posiciones patriarcales como el detonante de un conflicto que excede la gestión de un gobierno es un error, ya que crea una narrativa que no puede salir de la crítica colonial al “indio”, ocultando otras aristas de los problemas y generando condiciones para amedrentar a la gente, la destrucción de instituciones y símbolos indígenas.

Frente a ello, es decir, frente a la banalización del conflicto y ante la urgencia por evitar el baño de sangre y un mínimo de garantías de derecho creemos necesario, en este escenario complejo, abandonar la pretensión de la intelectual cerrada en su propia posición y actuar consecuente con relación a la coyuntura crítica. Las preguntas que deberían animarnos en un momento como este son las de: ¿Cuál es la opción menos dolorosa? ¿Cuál es la que evita el mayor daño sin lesionar o poner en riesgo las posibilidades futuras de continuar luchando por nuestros intereses máximos? Un gobierno de facto y la militarización de la vida no puede ser garantía de nada, mucho menos de la posibilidad siquiera de pensar y aperturar los proyectos de justicia social y advenimiento de otro modelo de mundo al que aspiramos. Durante el gobierno de facto, durante el periodo de excepción, la lucha se remite a volver a obtener las garantías mínimas para la vida.

En conjunción con lo anterior, consideramos necesario realizar un análisis de la geopolítica de las resistencias en el territorio.  En efecto, es preciso reflexionar sobre aquella geopolítica que hace que algunas movilizaciones tengan más visibilidad; en redes sociales, por ejemplo. Y más cuando sabemos que la genealogía de luchas en la Abya Yala, de las resistencias históricas, empieza en Haití con la Revolución Haitiana, pese a la invisibilidad que ha tenido en las historias latinoamericanas y caribeñas por el racismo epistémico.  En la actualidad su gente sigue en las calles desde hace meses, luchando por su dignidad para salir de la situación de empobrecimiento extremo producto de las políticas intervencionistas que llegan desde el Norte y la corrupción de varios de sus gobiernos. Ciertamente, desde febrero de este año, el pueblo haitiano está brutalmente reprimido por el gobierno de Moise, por denunciar corrupción y posicionarse en contra de la inflación.  La sumatoria de muertos supera las 42 personas, demostrando una vez más que los gobiernos “democráticos”, apoyados por el imperialismo norteamericano, son profundamente dictatoriales y atentan principalmente contra los pueblos indígenas y afros.

5. El reconocimiento más sentido a las movilizaciones y formas populares de lucha y resistencia.

Indudablemente, expresamos nuestro reconocimiento a los diversos liderazgos que colectivos indígenas, afrodescendientes, obreros, campesinos, juveniles, de mujeres, feministas y de la disidencia sexual, están llevando a cabo desde sus contextos sociales e históricos para denunciar, con valentía, firmeza y creatividad, las numerosas maniobras neoliberales, continuadoras del largo proceso histórico de la colonialidad del poder, proyecto de muerte y destrucción que se prolonga desde hace ya más de quinientos años. Así mismo, saludamos con esperanza de futuro aquellos cambios en la protesta social como que se vienen avizorando tales como: importante participación de jóvenes, –lo cual se debe analizar sin romantizar–; las manifestaciones que intentan salirse del marco de las izquierdas y las derechas –se afirma en las protestas: “ni de derecha, ni de izquierda”–; formas de accionar político que usan la creatividad como mecanismo de protesta. En este escenario, sectores medios y urbanos de la población están haciendo conciencia de que las demandas históricas, en especial las relacionadas a la forma de operar del Estado, el patriarcado y la colonialidad, son reales, justas y se deben apoyar. Ojalá y el impulso no se pierda.

Para terminar, queremos reiterar que nuestro compromiso es total con la dignidad desobediente, la alegre rebeldía y la vigorosa esperanza que se hace grito, palabra o silencio en innumerables asambleas, hogares, bardas, pronunciamientos y movilizaciones. ¡Que nada nos detenga, nuestros sueños se han tomado las calles de Abya Yala, vamos por ese otro mundo posible!

TEJIDO GLEFAS

Abya Yala

Viernes 6 de diciembre de 2019


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